Respirar profundamente masajea los órganos internos, activa sistema linfático y ayuda a liberar toxinas de nuestro cuerpo. Además regula el ritmo cardíaco, mejora la concentración, aumenta la energía y tranquiliza la mente.
El músculo respiratorio por excelencia es el diafragma, que influye en el correcto funcionamiento de tu respiración y postura ya que es estabilizador del tronco. El diafragma es ayudado por otros músculos con los que tiene importantes relaciones musculares a través de las cadenas faciales. Si tu diafragma está tenso, se mueve poco, respiras con menos amplitud y te cansas antes.
El estrés, una mala postura o no saber respirar bien, harán que sientas ahogo cuando realices un esfuerzo.
¿Cómo entrenar la respiración profunda?:
1. Coloca una mano en el pecho y otra encima del ombligo.
2. Inspira y lleva el aire hacia el abdomen y nota cómo se llena. Deja que el aire siga hacia los pulmones y siente cómo se expanden. Ahora visualiza como lo llevas a tu zona clavicular.
3. Expira expulsando el aire de forma relajada desde la zona alta (tus pulmones) y acaba con una ligera contracción de abdominales (sin mover las caderas), exhalando el aire que te queda.